Una opinión de Miguel Rodero
Hemos rescatado a los bancos y cajas para atajar una crisis que principalmente generaron ellos mismos y, como premio, cierran sucursales en los pueblos y penalizan a la población dejándoles sin cajero (casi tres millones de españoles no tendrán acceso a dinero en efectivo en 2025). Como sociedad, ¿podemos consentir eso?
El Grupo Unicaja (Caja Duero-Caja España) cerró su sucursal sin motivo financiero en Candelario en el año 2016 insultando a sus clientes e informándoles mediante una infame carta del fin de la actividad en su sucursal habitual. Un cierre que se realizó en base a la usura bancaria y la necesidad de sacar más beneficios a costa incluso del perjuicio personal y diario de sus usuarios.
Hoy por hoy dicha entidad visita Candelario, junto a otras decenas de pueblos en Salamanca, con su furgoneta desde la cual pretenden dar un servicio de proximidad que perdieron el mismo día que cerraron su oficina de la Calle Mayor de Candelario en una oleada de cierres que acabó también con una oficina en Béjar.
No podemos olvidar que Salamanca cuenta con 75 oficinas bancarias tras el cierre de 7 más en el último año. Una cifra que se eleva a medio centenar de oficinas cerradas desde el año 2010, fecha en la que había 125 sucursales abiertas. La practica totalidad de estos cierres se han ejecutado en el mundo rural.
Los territorios rurales también tenemos orgullo; no queremos clemencia, ni paternalismos, queremos convencer a la sociedad en su conjunto de que aún podemos hacer algo: No es demasiado tarde para dar una nueva oportunidad a nuestros valiosos pueblos. Pero necesitamos un compromiso firme por parte de la sociedad y que empecemos a saber quién es el enemigo.